Buscando finales
Mientras escribo estas palabras no estoy
segura de sí decidiré publicarlas al finalizar u optaré por borrarlo todo antes
de llegar a la mitad. El simple acto de abrir un nuevo documento y escribir la
palabra “mientras” ya me horrorizaba, porque estaba segura de que a partir de
ese instante ya no sería capaz de frenar el barullo de pensamientos que se
agolpan en mi cabeza.
Tal vez os preguntaréis porqué estoy
haciendo esto y lo cierto es que no tengo una respuesta clara. Generalmente
prefiero escribir relatos, inventar historias, buscar la palabra exacta para
expresar sentimientos que ni siquiera comprendo. Entonces llega la frustración,
¿por qué algunas personas son capaces de describir con tanta precisión
sensaciones y emociones que escapan de mi entendimiento? Ellos encuentras
metáforas que a mí se me quedan escondidas entre… ¿Lo veis? De nuevo, no sé
cómo terminar la comparación. Empiezo nuevos relatos sin terminar otros,
invento comienzos que casi nunca tienen un final. Creo que me da miedo escribir
finales, despedirme de mis personajes a los que ya conozco mejor que a mí misma
y buscar el capítulo o la frase perfecta que cerrará toda la historia. No
quiero decepcionar a los lectores pero tampoco a mí misma, creo que, en
realidad, lo que más miedo me da es decepcionarme a mí misma y lo de los
lectores es solo una excusa para sentirme mejor.
Busco en mi memoria momentos en los que
me haya decepcionado a mí misma y descubro que hay bastantes. Muchos instantes
y experiencias vividas perdidas por miedo a decepcionarme, por miedo a
fracasar. Con la escritura me ocurre lo mismo. Lo más largo que he escrito en
toda mi vida ha sido una historia de 42 capítulos pero no era completamente mía
y, de nuevo, no tenía final. Estaba basada en una serie de televisión que me
encantaba pero que tenía muchas lagunas porque no profundizaba lo suficiente en
mi personaje favorito. Al darme cuenta de que los guionistas no tenían
demasiado interés en indagar en el pasado de este personaje decidí descubrirlo
por mí misma. Me apropié de él hasta que fue prácticamente mío. Exploré sus
miedos, sus recuerdos, sus errores y su soledad. Se trataba de un personaje
solitario y roto al que deseé darle el mejor final feliz posible pero al que
nunca llegué a dárselo. Al final la serie lo hizo por mí. Más o menos. El final
estuvo bien pero a ellos les falló el proceso. Pienso que mi desarrollo estuvo
mejor pero me falló el final. Ya no sé si merece la pena retomar aquella
historia.
¿Qué ocurrió con aquella adolescente que
deseaba publicar novelas por encima de todo? Aquella chica que en segundo de
bachillerato descubrió que su vocación eran las letras puras y decidió cambiar
de rama, estudiar latín durante todo un verano y presentarse a un examen en
septiembre para poder realizar el cambio. ¿Dónde está? A menudo la busco pero
no la encuentro. Debió quedarse encerrada con Clara y Blanca entre las páginas
de La casa de los espíritus u
observando un espejo cóncavo junto a Max Estrella. Tal vez sigue perdida por
algún pasillo del Louvre contemplando La
Mona Lisa, mientras piensa que en realidad ese cuadro no es para tanto y
que ella prefiere La libertad guiando al
pueblo, aunque no pueda verla porque están restaurándola. Sí, eso me
ocurrió hace cinco años. Fui al Louvre con la ilusión de ver el cuadro de
Delacroix pero estaban restaurándolo. Había otros muchos maravillosos pero la
espinita sigue ahí clavada. Caprichos, supongo. ¿Dónde estoy? Continúo sentada
en un pupitre junto a mis libros de Literatura e Historia del Arte, mientras fantaseo
con la idea de la universidad y estudio Geografía e Inglés a ratos aunque no me
gusten tanto.
Pero la universidad también llegó y se
terminó aunque me cueste admitirlo. Estudié Filología Hispánica, por lo que
tendré que escuchar durante el resto de mi vida: ¿Eso qué es? ¿Para qué sirve
eso? ¿Qué futuro tiene? ¿Para qué estudiaste castellano si eso ya sabemos
hablarlo todos? Y a mí me dará pereza explicarles que no se trata de hablar
castellano sino de comprender la lengua, su significado, el poder de las
palabras; pero, sobre todo, estudiar a los clásicos. No me gusta llamarles así
pero es la etiqueta que se les ha puesto: Los Clásicos; lo cual da mucho miedo
hasta que descubres que Lope de Vega escribía obras amorosas al más puro estilo
de telenovela de después de comer. Hablan “raro” pero estoy segura de que sus
historias le encantarían a más de uno si les dieran una oportunidad. Sin
embargo me da pereza hablar de todo esto a no ser que la otra persona sepa lo
que es la Filología o sea fan de El
Ministerio del Tiempo.
Sinceramente la “lengua” (normas
ortográficas, sintaxis, morfemas y lexemas, etc.) nunca fueron mi gran pasión
aunque aprendí a respetarlas y apreciarlas con el tiempo. Yo entre a Filología
por la literatura, pero justamente fue la Universidad (así con mayúsculas), que
en teoría debería haberme ayudado a amar más el proceso de la escritura, la que
me desmotivó a seguir escribiendo. Los trabajos infinititos, las horas de
copiar y copiar a ordenador, los exámenes de temas larguísimos me desmotivaron
bastante. Terminaba tan cansada que al llegar a casa ni siquiera tenía ganas de
escribir. Pensar en todo lo que debía hacer no me dejaba concentrarme en el
proceso de escritura. Es probable que algunas personas compaginen perfectamente
ambas cosas pero no es mi caso. Mi mente se bloquea con bastante facilidad.
Y ahora que ya tengo mi título en la
mano, ahora que ya sé perfectamente detectar construcciones de infinitivo y
distinguir entre oraciones subordinadas sustantivas o adjetivas, me preguntó
dónde quedó la Sandra que deseaba escribir más que nada en el mundo, que cogía
hojas de libreta y escribía historias de amor y de fantasía con protagonistas
pelirrojas (las chicas siempre eran pelirrojas en mis historias debido a que Kika Superbruja y Fairy Oak me conquistaron en la niñez). Quiero encontrarla y
convencerla de que pierda el miedo. Quiero que escriba finales aunque sean un
desastre y los odie. Quiero que si los odia con bastante fuerza los borre y los
reescriba no solo una vez sino mil veces hasta que sus personajes tengan un
final, ya sea feliz o triste, ya sea para siempre o hasta otro momento,
Suelo releer mil veces todo lo que
escribo pero no lo haré en esta ocasión. Voy a permitirme el lujo de equivocarme
y no ser perfecta.
Ahí radica lo mas importante, en esa última frase, en permitirte no ser perfecta ;) Nadie es perfecto, y todos escribimos sin tener claro si nos va a salir algo bien o mal. Yo hace tiempo que desistí, ahora escribo lo que me sale y no le doy más vueltas, total, si al final los personajes hacen lo que quieren y acaban como quieren!! Jijiji No pierdas las ganas de escribir, si de verdad te gusta, dale tiempo y, caña al teclado!! ;D Un abrazo, guapa!
ResponderEliminarMuchísimas gracias por leer mis reflexiones. Yo también estoy empezando a escribir por escribir todo lo que se me ocurre, aunque a simple vista me parezca una tontería. Nunca se sabe en qué puede terminar. Espero recobrar pronto toda mi motivación. Un abrazo!!!
EliminarHe llegado a este blog gracias a mi buena amiga Marien y he decir que en muchas partes me he sentido identificado contigo. Al principio, como a ti, me daba miedo ponerme a escribir una historia completa, ansiaba escribir un libro, pero no encontraba la forma ni la fuerza para hacerlo. Cuando lo publiqué, los miedos me embargaron pensando de si a los lectores les gustaría o lo odiarían hasta ponerme a parir por haber malgastado el dinero en un libro que era horrible. Pero, ¿sabes? lo último nunca pasó, era un miedo, un simple miedo que no dejaba cumplir el sueño que más deseaba. Con esto, me gustaría decirte que no tengas miedo a lo que puedan pensar otros, pero si te gustaba escribir, estoy seguro que si te vuelves a poner a ello conseguirás hacer grandes historias, con sus grandes finales. He leído "Pegaso" y este y te animo a escribir porque lo haces muy bien y sabes expresarte genial. Por eso estoy seguro de que si te pones a ello harás lo que todo escritor hace, encontrar un gran final para su historia y créeme te reconfortará tanto que ya darán igual todos tus anteriores miedos o tus periodos de desgana hacia escribir (yo también las he tenido y conozco a bastantes escritores que han pasado por ello. Es más habitual de lo que se cree).
ResponderEliminarLa Universidad a mí también me quitó un poco las ganas de escribir, porque te acabas cansando de tantos trabajos, tantos exámenes y tantas cosas juntas que solo agobian y abruman tanto como el peor de los trabajos. Pero la literatura es una vía de escape, no un apartado más de ese mundo a veces asfixiante.
Espero que te aporte algo mi humilde comentario.
Me pasaré a menudo por tu fantástico blog.
Un abrazo, Fran.
¡Hola! Me alegro mucho de que te guste mi blog. Apenas acabo de empezar porque este era uno de los miedos que debía afrontar. Hace algunos años tenía blogs pero temía empezar uno de nuevo. Me anima saber que es posible superar todos esos temores y llegar a publicar un libro. Ver algo mío en papel es lo que más ilusión me hace ahora mismo. Generalmente escribo relatos breves como el que has leído pero espero poder adentrarme en el mundo de la novela cuando adquiera un poco más de confianza. Los bloqueos son horribles pero últimamente intento superarlos con música y positivismo.
EliminarMuchas gracias de nuevo por leerme. Un abrazo!