Pluma de tinta

Las pasadas navidades había una preciosa sorpresa bajo mi árbol: un libro con la imagen de un pequeño gato en la portada. Sin duda, la persona que me lo regaló conoce a la perfección mi amor hacia los libros y hacia estos simpáticos y traviesos animales. Confieso que nunca había escuchado el nombre de su autora (Rachel Wells) pero el título del libro, "El gato que curaba corazones", ya me dibujó una sonrisa y me dispuse a comenzar a leerlo aquel mismo día.  Se trata de una  novela sencilla pero contada a través de los ojos de un narrador muy especial, un gato llamado Alfie. Tras morir su dueña, los hijos de la mujer deciden vender la casa y llevar al animal a una protectora, pero Alfie no está dispuesto a permitir que lo lleven a ese lugar; ya que considera que es un camino casi directo hacia la muerte. Por este motivo, decide escapar de la casa y vagar por las calles de Londres hasta encontrar una o varias familias que estén dispuestas a darle todo el amor y cariño que un

Cabalgo veloz a lomos de mi fiel corcel cobrizo. Le llamo Pegaso porque apenas roza el suelo con los cascos cuando corre, y parece que vuela con alas de plata confeccionadas con el fulgor de las estrellas. Cruzamos juntos los desiertos más áridos envueltos por una espesa capa de polvo que me dificulta la visión. Delante de nosotros dos bandidos huyen cargados con un valioso botín. ¡Pum! ¡Pum! Nos disparan y las balas pasan raudas por nuestro lado, sin herirnos. Una de ellas alcanza mi sombrero de ala ancha, que cae malherido al terreno polvoriento. El viento aprovecha la ocasión para agitar el cabello trenzado liberado de su prisión.  — ¡Se escapan! Pegaso aumenta el trote mientras nuestros corazones laten al unísono, enlazados por un mismo objetivo. Me cojo con fuerza a las riendas, sintiéndome libre y feliz bajo el fuego desértico. Al fin alcanzamos a los malhechores. El silbido de mi lazo alcanza a uno de ellos, al mismo tiempo que Pegaso se coloca, grácilmente, ante el cabal