Perfecta desconocida
La calidez de sus ojos almendrados me atravesó de parte a parte en apenas un suspiro. El teléfono sonó tres veces antes de que mi abuela atendiera la llamada. Los dos primeros tonos se perdieron entre las últimas imágenes de un dulce sueño infantil, pero el tercero logró traspasar la espesura de la inconsciencia. Revoloteó entre las oscuras pestañas y produjo un cosquilleo en mis párpados que me obligó a abrir los ojos. Mi nombre estuvo presente durante gran parte de la conversación como si aquel día yo fuera la protagonista de un importante evento cuando, en realidad, solo era otro personaje secundario de la historia que había comenzado a escribirse la noche anterior. Tal vez uno de los personajes secundarios más importantes de la trama, pero secundario al fin y al cabo. Las típicas frases: “Me alegro de que todo haya ido bien” y “Ahora toca descansar”, cayeron de los labios de mi abuela y se deslizaron por debajo de la puerta de mi habitación. También pude percibir un ligero